XI. Diego Peralta Pereyra. Sentado sobre la arena de la Playa Brava, mirando al oceano pacífico. Iquique, Norte de Chile.
Veo poesía en todas partes, y como ahora veo la poesía puedo escribirla. En realidad no importa si uno la escribe o no, la poesía es, no existe. Allá donde rompen las olas hay poesía y acá donde los granos de arena se amontonan junto a mis dedos flacos también. Hay poesía en todas partes, la puedo ver en el atardecer, en ese inmenso sol-poesía que se oculta de a poco bajo el mar, como hundiéndose. Igual se hunde la poesía en algún mar. Entonces, también hay poesía bajo el mar.
Ahora que veo la poesía puedo decir lo que la poesía es: la poesía es poesía y más-que-poesía.
Un laberinto es una figura. Es tanto un juego como un castigo. Un desafío como un sinsentido. En un laberinto algunos se pierden, otros se encuentran y otros simplemente deambulan. Para todos ellos no hay entradas ni salidas, sólo caminos. No saben por qué están allí, tampoco saben si saldrán, no saben si encontrarán lo que no saben que buscan y mucho menos saben que no saben que buscan algo que no saben lo que es. Lisa y llanamente: se están buscando a sí mismos o a otros o a nadie.