viernes, 29 de abril de 2011

Excurso Poético III

El presente es la postal de algún sitio visitado,
junto a un ser amado.



"Qué lejos estoy del suelo donde he nacido / inmensa nostalgia invade mi pensamiento / y al verme tan solo y triste cual hoja al viento / quisiera llorar, quisiera morir de sentimiento." (Canción Mixteca)

domingo, 24 de abril de 2011

Excurso Poético II

Hombres perdidos entre hombres
buscando cada uno
sus propios caminos,
sus propias sendas.
Hombres perdidos en la tierra,
buscando buscan
sus propias búsquedas.

Sus pelos erizados
captan todas las señales
son hombres receptores.
Pestañean y abren mundos.
Hombres perdidos en el mundo
viajando a velocidades-luz,
los hombres-rayo.

Sencillos, austeros, veloces
así son los hombres-tierra,
esos que se pasean
descalzos
levantando polvaredas.
Hombres perdidos en la tierra
sin santo ni seña,
la búsqueda es su norte
irremediablemente
hombres.

martes, 12 de abril de 2011

Excurso Poético

Poesía-intermitente
versos en todas partes
llueve un mar de palabras
como-poesía.
Todo parece ser literatura
poesía-velador
la dictadura binaria
el si-no y el sino.

Si a la poesía
no al sino.

Que llueva
que lluevan letras
que caigan soretes de punta
si enchastran mejor.

Sí a la poesía-velador
si al prende-y-apaga.

Al fin de cuentas
es mejor que nada.

domingo, 3 de abril de 2011

Diarios de Viaje

V. José Enrique Palacios. Bariloche, Río Negro. Apoyado contra una roca sobre la playa del barrio Melipal.

Es un gran día de sol. Este lago entre el cielo y las montañas es sencillamente impactante, a uno no le entra en la cabeza como puede ser que tan abismal cantidad de agua se mantenga junta, fría, azul, inexpugnable, albergando tanta vida ignota en su interior, ocultando trastos viejos de historias olvidadas, sirviendo de ruta para pequeñas embarcaciones, sirviendo de inspiración para pequeños poetas. Es un gran día de sol, acompañado de un gran lago.

Creo que al fin de cuentas soy un poeta, digamos que un poeta intermitente. Un poeta-velador, que se apaga y se prende, algunas noches y los días de poca claridad. La poesía siempre la entendí como eso que a uno le surge de algún lado aunque no sepa bien de donde, como esa necesidad de violentar el blanco de un papel, sea cual fuere, para llenarlo de palitos y círculos y redondeles que se hacen llamar letras y espacios vacíos entre los mismos que, misteriosamente, se hacen llamar espacios. No nos olvidemos de los puntos, las comas, los guiones y todas esas cosas que sirven para que las así llamadas letras y sus consiguientes palabras cobren un sentido. Aunque pensandolo bien el sentido es lo que menos importa. La poesía va por otro lado, busca hacerse un camino en el camino interminable de la eterna búsqueda. Quizás es un artificio a forma de mapa, de bosquejo, de guía de pautas para no perderse para siempre, un ovillo desplegado al inicio del laberinto. Y el poeta es ese artífice de su propio camino, no sólo porque escribe, hasta puede ni escribir, hasta puede que ni sepa lo que escribe, o puede que sepa lo que escribe pero no sepa lo que quiere decir, sino también porque a medida que es y se hace poeta va haciendo, rehaciendo, andando y reandando su propio camino. Tiendo a pensar que la poesía y la vida, en algún punto, van de la mano, o lo que es decir mas o menos lo mismo, van por el mismo camino. Y todo esto sólo por admirar un lago, ven, eso es la poesía. Por más que esta vez esté escrita de corrido, en forma de prosa, o lo que sea, porque la verdad, para ser sincero, nunca entendí nada de estilos literarios ni mucho menos de rimas ni de reglas gramaticales. Salvo dos o tres que todavía me resuenan en la cabeza de la escuela primaria, ns o vocal, nv, mb. Alguna que otra cosa quizás recuerde, pero el punto es que no importa. Como tampoco me importa lo que vayan a pensar los que escriben poesía haciéndose llamar verdaderos-poetas, que por como se comportan se parecen mas a un científico que a un literato (Jorge Luis levanta los puños en el centro del cuadrilatero mientras Mario Santiago lo espera agazapado, este último lo mide y de repente le cruza un upper-cut inesperado, Jorge Luis lo había estudiado y sabía que ese era el mejor golpe de su adversario pero la lentitud de Jorge Luis es su talón de aquiles, cuando terminó de calcular la velocidad de aceleración del puño derecho de su contrincante y la fuerza de rozamiento que el aire imprimiría sobre su guante, éste ya lo había impactado con un tremendo derechazo en su pómulo izquierdo provocándole una estrepitosa caída sobre la lona). Siempre me cayeron mal esas personas, con su pedantería como escudo, pero claro, es una cuestión de gustos. La poesía va con la vida, no hay mas vuelta que darle, y la vida, se explica de muchas maneras, se la vive, se la siente, se la escucha, se la ve, pero jamás se puede saber a ciencia cierta como se la debe vivir. Esos poetas son el deber-ser de la poesía, yo soy un simple poeta. Y que le cueste a quien le cueste. En este caso soy un poeta introspectivo, estoy escribiendo un diario, a orillas de un lago, hermoso, enorme, azul, más azul que el mar azul, o más azul que sus ojos. Sus ojos de repente me hicieron recordarla. Como si a partir de una partícula elemental mi cabeza fuera reconstruyendo, poco a poco, la imagen viva de un elemento superior, mas acabado, mas complejo. De repente van apareciendo hoyuelos que reconozco como nariz, dos estribaciones por debajo de los huecos que albergan esos ojos azules que les doy el nombre de pómulos, una ranura carnosa, de color rojo carmesí que se estira, de este a oeste, y se estira, se estira un poco más hasta que deja mostrar por debajo de ella una hilera de algo así como huesos blancos, chiquitos, huesitos puntiagudos, algo recto algunos, algo pinchudo otros, que ahora sé bien que son dientes. Y así podría seguir describiendo hasta el cansancio como se va reconstruyendo esa cara en mi cabeza, después el pelo, los hombros, los codos, las manos, las dos sierras gemelas, el ombligo del mundo, el monte de venus y la fosa mas preciada de los espeleólogos, las largas rectas de carne, músculos y hueso que forman sus piernas. Y allí la tengo, en mi cabeza, pero ya con forma humanoide, allí la tengo a ella, parada enfrente mío sin decirme eso que sé que me tiene que decir, aunque no quiera, aunque no deba, aunque sienta que me va a hacer daño. Sé que me lo tiene que decir, lo dicen los cuencos de sus ojos azules, me lo dice el olor que se desprende de su pulover de lana recién tejido, me lo dice la colita que lleva en el pelo, me lo dice el color castaño claro de su pelo y su mirada triste pero hermosa. Su mirada lo sabe todo, su mirada sabe la verdad.