domingo, 6 de noviembre de 2011

Diarios de Viaje

XII. Horacio Iturralde. Sentado, hamacándose en su mecedora, mirando el viejo olmo en el centro del jardín.

Las costumbres parecen no pasar de moda. Años tengo muchos. Historias más, y letras todavía más. En algún momento del viaje dije basta, y dejé de contar los atardeceres; sólo me dediqué a contemplarlos. Desde ese momento, aquel único momento, aquel instante que lo recuerdo como si fuera hace menos de un minuto, mi vida justamente transcurre, en su caída inevitable, perdiendo altura a cada momento. Pero, que conste en actas, esto no me produce mas que una enorme felicidad, o al menos, una inmensa sensación de estar viviendo. Lo que no es poco decir. A mis 80 años todavía tengo pulso para escribir, y, misteriosamente, me sobran las ganas de respirar. Mi cuerpo es viejo, claro, quizás mi mente también, sinceramente no puedo dar cuenta de eso. Tampoco creo que le interese al que le caiga en manos este diario cuando mi cuerpo se aburra de mecerse en esta silla, de respirar el fresco de las mañanas, cuando seguramente el olmo ahí enfrente escuche el ruido de las hojas al caer. Lo cierto es que quienquiera que abra, por la razón que sea, este sencillo diario no encontrará ningún testamento ni ninguna verdad revelada, mucho menos consejos ni ayudas ni mapas. Encontrarán las letras de un hombre viejo, de un hombre a fin de cuentas. Si todavía le sigue interesando la simple historia de un hombre, entonces podrá seguir leyendo, visto y considerando que todavía mi cuerpo parece responder bien a las instrucciones que mi cabeza le da y, por suerte todavía, puedo seguir escribiendo. Hay cosas misteriosas que ni los años las revelan, esas son las que le interesan a este puñado de arrugas que sus padres convinieron en llamar Horacio. Creo que ahora entiendo por qué siento que me he pasado la vida escribiendo. Los misterios no se dejan escribir, ni siquiera la poesía los capta. Sin embargo, el hombre es un misterio, el único misterio que cree poder conocerse a sí mismo. A eso, algunos lo llaman búsqueda, otros simplemente esperanza.

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