viernes, 30 de marzo de 2012

Diarios de Viaje

XXI. Alejandro Vega. Su departamento, la noche siguiente, bien entrada la madrugada.

Cuarta parte...

Recuerdo también un instante, un efímero intersticio entre dos mundos. El hueco abierto que se llena de golpe. Como si una inmensa represa misteriosamente desapareciera, esparciendo todo su embalse en una décima de segundo sobre lo que hasta hace instantes era una delgada línea de agua. Como si de un grifo de dimensiones descomunales se tratase, como si éste fuese abierto repentinamente gracias a un movimiento giratorio súbitamente inesperado de las impolutas muñecas de Dios. Como si la nada misma estuviese llenándose allí sin más, en ese preciso instante, de una sustancia desconocida. Los dos mundos mágicamente quedaron entonces suspendidos en el éter cual dos pájaros sobre el tendido eléctrico, aunque separados, parados sobre el mismo abismo. Todo se materializó en ese instante y ya no importó nada más. El mundo abajo dejó de girar y nosotros, dos pájaros solitarios, pudimos cantar al unísono, al menos el tiempo que duró el instante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario